viernes, julio 13, 2018

MALETA, te I hate you!

Me gusta viajar como a la que más. 
Viajar, visitar, comer, comprar...
Endorfinas y oxitocina a tope.
Pero odio, ODIO hacer la maleta.
Da igual que sea para dos días o para dos semanas. 
Qué llevo, ¡QUÉ LLEVO!
Frío, calor, día, noche,  formal, informal, y si... por si... AAAAAGGGGHHHH
Y así me pasa, que lo voy dejando, dejando, y me veo la noche antes (o la hora antes) metiendo un puñado de guruños en la suitcase (que luego llega la ropa como si fuera de contrabando) y cuando llego a destino, pues no me combina el traje de noche con las allstar...
Pero llegamos a destino (previa facturación,  porque una está en modo "paso de la maleta". Paso de semiatropellarme con la puerta giratoria, de semimatarme subiendo la escalerilla del aircraft y de pelearme con las multitudes por un hueco en el compartimento overhead. Paso, súper paso e hipermegapaso de andar arrastrando la caja con ruedas teóricamente "zrisixty" pero que sólo funcionan en el anuncio y en la tienda. )
Y en destino, descansa la maleta abierta como una jarea junto a la cama que me han prestado para pasar el finde, con todo su contenido saliendo a borbotones como si fuera una caja de las bromas.
Peeerooo, lo bueno se acaba, y toca volver a hacer la susodicha maleta para regresar a casa. 
Aaaaiiinnnss.
Y a la vuelta,  que debería ser más fácil,  parece que cuesta más.  Que las cosas se multiplican,  que la ropa se infla (debe ser por la m...), y encima una se lleva souvenirs,  y decide que ya no quiere cargar con el abrigo en la mano, que no vamos en Raya-un-er (ni aunque quisiéramos,  que seguro que nos cobran exceso de luggage). Y al final,  vuelta a subirse al equipaje para poder cerrarlo, para justo en la última vuelta de la  cremallera , recordar que el neceser sigue en el baño.
Toca abrir la maleta, ir a buscarlo,  volver y... encontrarse con que ha sucedido algo inédito... La maleta está llena de aguacates.
¡LLENA!
¡AGUACATES!
Y una no puede sino reír.  Mucho. Y reestructurar la maleta para que quepa el oro verde. Y luego encomendarse a todos los santos aeroportuarios al facturar la maleta: para que no pete,  para que seguridad no la pare por contrabando de comestibles,  y para no encontrarse con la fiesta del guacamole cuando la abra (preferentemente en casita), sobre todo después de haberme tenido que subir con todo mi peso corporal y humano para poder cerrarla...

Besis de domingo viajero.
Geisha contrabandista.

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