viernes, mayo 18, 2018

Diario de una loca hiperactiva II

... Viernes que te quiero viernes...
Horas de sueňo en espera que se solucionan con café de máquina. Ese café que te despierta, no por la cafeína que pueda contener, que no tiene, sino por el sabor que te horripila hasta el sistema límbico, te activa el parasimpático y te pone en marcha en cero coma.
Compi que me recoge y me lleva a recorrer Madrid a vista de comercial : buenos días, sí, no, adiós, adiós. Así una y otra vez, hasta que una acera rota se interpone en nuestro camino. En el mío. En el de mi tacón. Pie atrapado, cuerpo que sigue, cuerpo que cae, ¡cuerpo a tierra!. Metro setenta al suelo, previo vuelo cual ave migratoria. Mano sangrando, rodillas latiendo, reloj estrellado y zapato atrapado en la acera, compaňera preguntando qué ha pasado... Y yo, yo no puedo hablar de la risa que me ha entrado. ¡Vaya tortazo! A ver, ya estaba tardando, y si hay que caerse, pues se cae, pero bien, a tope, en "Madriz", que no me conoce nadie y además, la última caída también fue aquí... Debe ser por el centro de gravedad o el kilómetro cero o algo de eso.
Una vez recuperada la compostura, seguimos visitando, hablando, riendo, comiendo, hablando más, cenando, hablando y hablando hasta que no nos queda voz, ni tripas ni nada, sólo tranquilidad. Dormimos.

Sábado: desayuno madrileño de churros y chocolate. Tatuaje madrileño. Carrera por el metro madrileño con los tacones en la mano porque una, aunque no quiera, es impuntual. Comida iraní. De merienda conversación con viaje al pasado y al futuro. Cena madrileña, marcha madrileña, música... Reggaeton... ¿En serio? Abrazo, despedida. Taxi. Litera de arriba, con ropa y todo. No me quedan fuerzas.

Domingo : qué hacer con este domingo. Tanta oferta, tan poco tiempo, tanta gente a la que ver y todo tan lejos en este Madrid de siglos mezclados. De nuevo viajo al pasado en uno de estos metros. Y el día va llegando a su fin. Lleno de café y conversación, de planes que al final no pueden ser y se guardan para otra vez. Lleno la baňera del hotel y, esta vez sí, aguanto dentro hasta que el agua se enfría y se me arrugan los dedos como cuando era niňa. Esto en mi casa es inviable. No quepo en la baňera, me puede lo del gasto del agua, no tengo un albornoz mullido y básicamente no me da la Vida para esperar y no hacer nada. Me duermo.

Lunes : 4 y media de la madrugada!!! Suena el despertador, suena el teléfono, suenan mis huesos al estirarme. Sueeeeňoooo. Recojo a mil por hora. Me abrigo. Me tiro al transfer del aeropuerto casi en marcha. Aeropuerto. Avión. Siesta de cuello torcido y cabeza colgando. Otro aeropuerto. Lluvia. Casa. Coche. Trabajar y trabajar. Cole. Merienda. Cena. Muero.

Martes, Miércoles, Jueves : todos saben a viernes. Parece que hace mil años que estuve de viaje. Casa, trabajo, gimnasio, colegio, casa, dormir, trabajo, colegio, coche nuevo, coche viejo, coche nuevo que ha sufrido percances en el viaje, chocado, rozado, ensuciado, reclamación, lavado, aprender a conducirlo, cambiar la silla, las cosas, la forma de ver las cosas, hacer y deshacer planes, dormir, casa, trabajo, gimnasio... Sucesión de "tengo que". Me canso de pensarlo. Y aquella ciudad de la que ya no recuerdo el nombre, tan lejos...

Besis soňadores y soňolientos.
Geisha hipovitaminada e hipercafeinada.

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