martes, julio 03, 2018

Open eyed day dreaming

La imagen se había congelado.  Sólo oía su respiración,  como cuando se respira al nadar. Todo lo demás,  vacío.
No necesitaba mirar a los lados para ver qué ocurría a su alrededor mientras tanto.
Algunas personas ni se habían enterado de lo que había pasado,  otras aparecían con el cuerpo girado hacia la escena que previamente habían presenciado,  las más avispadas se encontraban en postura de desplazamiento,  torso girado,  rodilla en alto, un brazo hacia delante y otro hacia atrás.  Cualquiera diría que iban a echar a correr en cualquier momento.  Pero allí nadie se movía.  Todo estaba congelado, salvo su respiración.

De repente,  todo cobró vida de nuevo. Las conversaciones de los ignorantes,  los gritos de los conscientes, las carreras y los zapatos rebotando en el pavimento de los testigos que apenas habían tenido tiempo para reaccionar.  Y la sangre.
La sangre brotando a borbotones de aquella cabeza, como si de una fuente de Central Park se tratase. Un aspersor macabro que teñía todo en su caída , dejando un estampado impresionista de rojos cerúleos y marrones cereza.

Entonces ella empezó a reír.  Una risita histérica que se tornó carcajada gutural conforme el cuerpo alcanzaba el suelo a una velocidad indeterminada. 
Risilla tímida, risa abierta de dientes blancos,  carcajada de doblarse por la mitad mientras se sujetaba el estómago y la entrepierna. Risa burlona de señalar con el dedo, como las madres dicen que no se debe hacer.  Dedo acusador apuntando al zapato,  a la cabeza, al tacón de aguja de 15 cm ahora incrustado en el cráneo y del que no se veían más que los pompones de colores cayendo a un lado de la cara de él,  el ahora bufón, tumbado en el suelo con una máscara mortuoria mezcla de incredulidad,  vulgaridad y ridiculez.

Y ella sigue riendo y señalando con el dedo.  Apuntando como si tuviera una pistola y soplando en el índice el humo imaginario.
Rímel corrido de tanto reír,  un pie descalzo en el aire mientras se la llevan en volandas a un lugar apartado de allí.

Y entonces silencio.  Sólo susurros.
Algún llanto nervioso. Y el olor.  Qué rara huele la sangre.  Es algo que nunca te dicen...

...

- Oye,  sigues ahí...  (Chasquea los dedos) ¡Despierta! Eres más tonta de lo que pareces o qué. Repíteme lo que te acabo de decir,  a ver si lo has entendido. Sería la primera vez. 

- Sí,  disculpa.  Me he quedado obnubilada.  Últimamente no descanso...

- Cuéntale tus penas a quién le importen.  ¡Aquí se viene a trabajar! Dios qué cruz. ¡Lo tengo que hacer todo yo o qué!

- Ya voy. Me cambiaré los tacones de pompones,  no sea que tengamos un accidente (y mientras lo dice,  lo mira de reojo con una mueca torcida de pretensiones incumplidas)

...

Besis especulativos.
Geisha literaria.

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